En búsqueda de la perfección, la exigencia física y psicología del ballet
“Dar los pasos exactos, enderezar el cuerpo, practicar 8 horas al día y tener una rígida dieta que no involucre un miligramo de grasas con tal de lucir hermosas e impecables, perfectas al danzar gráciles en el escenario. El esfuerzo no luce en el exterior, se ven enteras, como si no hubieran sufrido un instante antes al colocar sus zapatos pero sus pies están en llamas, llenos de ampollas y sangrando para que el público disfrute el espectáculo”.
La tradición se ha vuelto un clásico. Todo comenzó a finales del siglo XV como parte de los festines de las cortes italianas. Eran una parte esencial de la vida cortesana, inspirados en la pintura, la poesía, la música y la danza, tenían un contenido alegórico mitológico. Existía el ballet cómico de la Reina de Francia que se estrenó en París en 1581. Aristócratas y aficionados podían bailar en el salón de la familia real y más tarde, los presuntuosos vestuarios, la decoración y las luces, acompañaron a los diferentes ballets en las cortes europeas.
“Si no eres alta, rubia, con piernas largas y delgadas no triunfarás. La coreógrafa mexicana Cecilia Lugo sólo comía lechuga y té para lograrlo. Tus piernas deben subir más, tu empeine siempre debe ser mejor pero esto no importa si no eres hermosa, la regla número uno para todas".
Los más famosos como Pablo Picasso o Maurice Ravel se involucraron en el proceso y se abrieron nuevos horizontes a esta disciplina. Anna Pavlova creó su compañía y el ballet resurgió. En los 20 y 30, Estados Unidos y Alemania fueron los representantes de la danza moderna. Bailarinas como Martha Graham, Doris Humphrey o Mary Wigman crearon estilos nuevos en los que el cuerpo era más libre de expresarse. En la década de los 30 se inventó un ballet sinfónico que buscaba expresar el sentimiento de las sinfonías de Beethoven o Brahms y Jewels, en 1967 es considerado el primer ballet de larga duración.













